Por: Miluz Tito Carcausto
Hoy, las calles de Arequipa no fueron simples vías de tránsito, porque se convirtieron en escenario de lucha, clamor y esperanza.
Desde muy temprano, los corazones de cientos de personas latían al unísono bajo una misma consigna: ¡Basta de inseguridad!
La jornada de protesta convocada por el FDTA, con la presencia firme de trabajadores de Sedapar, colectivos autoconvocados y ciudadanos de a pie, demostró que la indignación también puede ser organizada, valiente y profundamente humana.
Bajo el sol implacable y entre el eco de cánticos combativos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, marcharon con pancartas, banderas y la convicción de quien defiende lo justo.
No se trató solo de exigir respuestas: fue un grito colectivo para despertar conciencias, para recordarle a las autoridades que el miedo ya no cabe en los barrios, que la indiferencia no puede ser la norma.
Cada paso dado fue un acto de dignidad. Cada voz alzada, un llamado urgente a no acostumbrarse a vivir con temor. Arequipa no se rindió hoy. Arequipa se unió, se miró a los ojos y dijo con fuerza: ¡Nos están fallando, y no lo vamos a permitir!
Esta movilización no fue solo una protesta, fue un acto de amor por la ciudad, por sus hijos, por su futuro. Porque cuando el pueblo se levanta, no hay quien lo calle. Y hoy, Arequipa habló con el alma.