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CRÓNICA: Campiñas en retirada: el avance de lo gris sobre lo verde

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Al sur de Arequipa, distritos como Characato están viendo cómo los cultivos tradicionales son cercados por construcciones. Sin embargo, un grupo de personas se ha dedicado a depredarla, principalmente levantando muros sin autorización municipal”.

Aquellas extensas parcelas verdes que antaño alimentaron generaciones ahora se ven reducidas ante el alza de viviendas informales. Pueblos campesinos del valle del Chilina denuncian la falta de fiscalizadores solo cinco, según la municipalidad local para frenar invasiones ilegales. En buena medida, la expansión urbana avanza porque Arequipa carece de “suelo urbano habilitado”: no existen áreas certificadas con servicios básicos listos para urbanizarse, por lo que constructoras y familias –con necesidad de vivienda– ocupan preferentemente suelos agrícolas.

Esta panorámica desde el mirador de Sachaca ilustra la tendencia a nivel metropolitano: a la izquierda se observa la planicie verde de antiguas chacras, mientras que a la derecha aparecen nuevos barrios y conjuntos habitacionales. Como advirtió La República, en Sachaca “año a año la campiña va perdiendo terreno” y “desde el mirador se aprecia más casas que chacras”. Los distritos de Yanahuara y Cerro Colorado muestran dinámicas similares: el crecimiento desordenado de la ciudad ha convertido en concreto lo que antes era campo.

La cifra es elocuente

Según un funcionario del Instituto Nacional de Innovación Agraria, Arequipa perdió unas 3.000 hectáreas de tierra fértil en las últimas dos décadas a manos del cemento. Terrenos que eran chacras de cultivo hoy quedan “cubiertos de veredas, casas, pistas” para siempre. Este fenómeno genera impactos ambientales concretos. Como explica Luis Felipe González, técnico de SERFOR, “con el crecimiento urbano ha avanzado la depredación y el desmedro de estas áreas agrícolas”. Los pisos cultivados disipaban aguas, atenuaban el polvo y regulaban temperaturas; su reemplazo por asfalto eleva el calor local y la erosión. Un reciente informe académico de la UNSA subraya que esta “explosión demográfica” pone en riesgo el título de Arequipa como Ciudad Patrimonio: amenaza la integridad de los pueblos tradicionales y la identidad cultural vinculada a la campiña.

Identidad cultural en jaque

La campiña arequipeña no es solo un recurso agrícola, sino parte del paisaje cultural. Aquí se celebran festividades rurales (siega, carnavales de Cayma, ferias de Sabandía) y subsisten antiguas prácticas indígenas (andenes de cultivo), muchas reconocidas por el Estado. La Correo recordó que Arequipa fue una de las primeras ciudades altas en desarrollar una agricultura organizada –tejida por pueblos como los Cabaña– con redes de riego en Cayma, Yanahuara y otros lugares. Según especialistas, perder estas áreas significa despojar al área metropolitana de su memoria patrimonial. Además, la degradación ambiental resultante afecta directamente la calidad de vida: se registran mayores índices de contaminación de aire, agua y suelo en zonas antes agrícolas.

Un caso emblemático es Carmen Alto (Cayma). Allí la imponente Iglesia mormona, de unos 30 metros de altura, fue levantada sobre tierras de cultivo históricas.. Esa obra solo fue posible porque el Plan de Desarrollo Metropolitano aprobado en 2016 reclasificó cientos de hectáreas agrícolas como zonas urbanas sin el debate público necesario. La Fiscalía Ambiental denunció que durante esa aprobación faltó la consulta ciudadana, y en 2017 logró que un juez paralizara las construcciones sobre la campiña hasta corregir el plan. Incluso las andenes prehispánicas de Carmen Alto y Tocrahuasi –declaradas Patrimonio Cultural– sufrieron daños por obras no autorizadas dentro de ese paisaje arqueológico.

Desafíos y propuestas

Frente a esta crisis, autoridades y comunidades plantean soluciones: el Instituto Municipal de Planeamiento (IMPLA) ha avanzado en la revisión del PDM (hasta 2043) buscando reforzar la protección de los suelos agrícolas. No obstante, solo el 80% del trabajo técnico está completo, y aún resta realizar las consultas públicas y asegurar presupuesto para personal especializado. Organizaciones civiles exigen mayores sanciones a invasores y planes de reforestación de ribereñas. Universitarios recuerdan que recuperar conciencia ambiental es esencial: la pérdida acelerada de la campiña, concluye la UNSA, «genera un desbalance en el desarrollo sostenible» de Arequipa.

En suma, la imparable mancha urbana está borrando las “franjas verdes” que históricamente rodeaban la ciudad blanca. Sin un esfuerzo conjunto de planificadores, agricultores y sociedad civil, la Arequipa del futuro podría ser irreconocible: más fría de noche, más seca y desconocida de sus raíces folklóricas. Proteger las últimas parcelas agrícolas en Sabandía, Characato, Cayma y otros distritos no es solo una causa ambiental, sino el rescate de la identidad colectiva arequipeña.

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