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Drogas, salud mental y prevención: una deuda pendiente en el Perú

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A punto de cerrar junio y a las puertas del mes patrio, el calendario nos recuerda una fecha clave que suele pasar desapercibida: el 26 de junio, Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas. Proclamado por las Naciones Unidas, este día busca generar conciencia sobre una problemática que no distingue edades ni condiciones sociales: el consumo de drogas y su impacto en la salud mental.

Para abordar esta problemática, conversamos con el psicólogo Renzo Gutiérrez Díaz, responsable del Servicio de Prevención y Control de Adicciones del Centro de Salud Mental Comunitario Universitario San Agustín, quien compartió un diagnóstico preocupante: el Perú se mantiene como uno de los países con mayor prevalencia e incidencia de consumo de drogas en América Latina. Y Arequipa no es la excepción.

Una amenaza visible pero ignorada

El consumo de sustancias psicoactivas afecta la salud física, mental y social. Las drogas no sólo deterioran el cuerpo; también impulsan comportamientos de riesgo como relaciones sexuales sin protección, violencia de género, accidentes, y delitos que afectan a familias y comunidades. Se calcula que más de 400 mil personas mueren cada año por causas relacionadas con el consumo de drogas, y al menos 10 millones están infectadas con hepatitis C por el uso de drogas inyectables.

Gutiérrez remarca que más allá de una «lucha contra el narcotráfico», el foco debería estar en la prevención. «La evidencia es clara: los países que invierten en programas preventivos reducen significativamente los niveles de consumo. En cambio, perseguir solo al microcomercializador fortalece el mercado ilegal, haciéndolo más violento y más lucrativo», señala.

El alcohol: la droga de inicio normalizada

Uno de los errores más frecuentes es restarle importancia al alcohol, considerado socialmente aceptable. «El alcohol es una droga legal, pero es la puerta de entrada al consumo de otras sustancias. Además, es altamente adictivo y tiene efectos neurológicos graves, especialmente en menores cuyos cerebros están en desarrollo», explica Gutiérrez.

En el Perú, el consumo de alcohol inicia en promedio a los 13 años. Y aunque antes la prevalencia era mayor en hombres, hoy se da por igual entre varones y mujeres. «Cada vez vemos más adolescentes con dependencia. Y muchos, años después, llegan a sustancias más duras como éxtasis, tuzé o incluso fentanilo, una droga altamente adictiva que ya se ha comenzado a detectar en Arequipa», advierte.

Factores de riesgo: el entorno también influye

El psicólogo detalla que existen tres grandes factores que inciden en el inicio del consumo: la presión social (55%), los problemas familiares (25%) y la influencia de la pareja (15%). A esto se suma la posible predisposición genética y los modelos de conducta aprendidos desde casa.

«Es común que un adolescente, para sentirse aceptado, consuma lo que sus amigos consumen. Si en casa hay violencia o consumo normalizado, el riesgo se incrementa. La prevención real empieza en el hogar, con diálogo, con ejemplo y con presencia emocional», indica.

El peligro de las drogas sintéticas y los medicamentos mal usados

Gutiérrez también señala el peligro creciente de las drogas sintéticas como el éxtasis o el tuzé, pero también de los medicamentos que se convierten en adicción sin que el usuario lo sepa. «Muchos fármacos se recetan para calmar dolencias físicas o mentales, pero al no haber control ni conciencia, generan dependencia. El caso del fentanilo es alarmante: en EE.UU. ha causado crisis humanitaria. En el Perú ya se detectan los primeros casos.»

Un llamado urgente a cambiar de enfoque

El mensaje final es claro: el problema de las drogas no se resuelve solo con represión. Se requiere un enfoque multidisciplinario, con énfasis en la salud mental, la educación, y el acompañamiento familiar. «No basta con decir ‘no consumas’. Hay que explicar, escuchar y sobre todo estar presentes», concluye el especialista.

En un país donde el consumo comienza a los 13 años y el acceso a sustancias se ha vuelto tan fácil como pedir comida por delivery, mirar hacia otro lado ya no es una opción. La prevención comienza en casa, en la escuela y en la comunidad. Y empieza hoy.

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